El otro día salí con mi sobrina a comprar al centro de la ciudad. Ella, una niña de tres años de edad, despierta, vivaz, energética…supongo que como la mayoría de las niñas de su edad, iba de mi mano a regañadientes porque le gusta ir sola por la vida, sin que nadie le diga nada ni la inmovilice cuando ella se quiera mover a diestra y a siniestra.
Pues bien, siendo ese el escenario, y yo, tía preocupada, aprehensiva, sobreprotectora y además asustada por el hecho de que mi sobrina anduviese sola – aunque fuese a 2 cms. de mí- la llevaba bien agarrada de la mano y casi obligada la llevaba a mi lado.
Todo se transformó en un caos una vez que entramos a comprar a una tienda…¡claro! Porque yo no la podía tener más de la mano ya que me encontraba haciendo la compra y posteriormente pagando el producto…por lo que, mi sobrina, se aprovechó del pánico e hizo todo el intento de salir arrancando desde el interior de la tienda, a la calle.
Yo por supuesto, entre que agarraba mi billetera, los billetes, las monedas, la boleta y le daba las gracias a la persona que me atendió, veía que mi sobrina se iba corriendo sin más en dirección a la calle, haciendo caso omiso de mis gritos y advertencias…fue aquí donde me dije: “no…así no se puede…”.
Luego de estos segundos- que para mí fueron eternos- la agarré más fuertemente y la llevé a mi lado casi arrastrándola; esta vez nos dirigíamos a otro negocio donde yo supe desde el primer momento que la tónica sería la misma.
Apenas entramos, ella empezó a forcejear para soltar mi mano…Pero acá es donde todo cambió…Yo la miré y le dije: “Ok…Yo te voy a soltar y te dejaré sola que vallas, pero escúchame bien, irás sólo hasta donde está ese letrero rojo y mirarás desde ahí hacia la calle, pero no saldrás”… ella me miraba con sus tremendos ojitos y no lo podía creer…
Este simple gesto – pero difícil para uno como tía en extremo preocupada y sobreprotectora- de confiar en la niña y permitirle, sin ademán de salir corriendo detrás de ella, que anduviese sola y corriese hasta la entrada del local, con el ímpetu de una niña de tres años, permitió que la conducta de mi sobrina cambiara del cielo a la tierra, por lo menos durante toda nuestra salida ese día…y me atrevería a decir que más profundamente.
Básicamente traté de despojarme de mis aprehensiones como adulta, como tía, y supe lo importante que es mostrarles confianza a los pequeños y dejar que éstos, demuestren que son capaces si se les deja hacer, en este sentido y utilizando las palabras de Maturana, me atrevería a decir que incurrí en una Legitimación de mi sobrina, en el sentido de que reconocí que a pesar de su corta edad, ella es una persona capaz de demostrar que ella puede “autogobernarse” en cierto sentido.
Debo admitir que fue un momento bastante complicado porque corrí el riesgo de que efectivamente corriera hacia la calle y algo hubiese pasado, pero debo decir también que lo que obtuve a cambio fue una niña que estaba feliz de que confiaran en ella, que se mantuvo en la entrada del local mirando hacia fuera y diciéndome a cada momento: “solamente estoy aquí mirando…tía mírame…” y con una cara de
“¿ viste que puedo?” impresionante…de verdad el cambio fue rotundo.
Uno como adulto debe dar confianza a los niños, aunque sea en estas cosas mínimas. Renunciar a la sobreprotección que tenemos por los niños, es renunciar a la ilegitimación constante hacia ellos, es dejar de lado el pensar que ellos son incapaces, que no pueden, que no son aptos, que no miden las consecuencias de sus actos y en definitiva, coartar la capacidad que ellos tienen de demostrarnos que son personas que pueden aprehender formas de comportamiento deseables, y que finalmente, éstas, pueden partir “desde ellos”.
No está demás decir que, después de lo sucedido, me nació del alma darle un abrazo bien apretado y un enorme beso, mientras le decía: “no lo puedo creer!!, viste, yo sabía que tu podías quedarte acá sin arrancarte…no lo puedo creer!! Viste que puedes portarte bien!! Ahora vas a andar a mi lado por la calle, pero solita, yo no te voy a llevar más de la mano, porque ahora tu ya sabes como debes ir…” y ella iba feliz a mi lado, y me miraba hacia arriba y me decía: “yo ahora puedo ir solita, mira tía voy al lado tuyo pero no me arranco porque ahora yo soy obediente, mira…viste que voy al lado tuyo?”.
De verdad es increíble cómo dejar de limitarlos y sobreprotegerlos los ayuda a sentir que ellos son capaces, que ellos son individuos legítimos (en los términos de Maturana).